Hoy escuchamos con frecuencia que la democracia no funciona. Pero no es la democracia la que falla, sino nuestra falta de participación ciudadana.
La escuchamos en debates políticos, en las calles y en las redes sociales. Pero tal vez la democracia no sea el problema. Tal vez seamos nosotros, sus ciudadanos, quienes hemos reducido su sentido a un gesto puntual: acudir a votar cada cuatro años.
La palabra democracia, de origen griego, integra dos conceptos inseparables: dêmos (δῆμος) –el pueblo– y krátos(κράτος) –poder o gobierno–. Su esencia no habla de partidos ni de maquinarias estatales, sino de la capacidad de una comunidad de gobernarse a sí misma. Y esa capacidad requiere más que papeletas en una urna.
Democracia es participación
¿Qué significa participar? No basta con delegar. Participar es formar parte activa de la vida común: deliberar, cuestionar, proponer, colaborar en resolver problemas colectivos. Sin esa implicación diaria, la democracia se vacía y se transforma en un procedimiento administrativo más, desconectado de la vida real de la gente.
Democracia es comunidad
Hablar de comunidad no es una abstracción. La comunidad es la trama de relaciones, de cuidados y responsabilidades compartidas, que sostiene a la democracia. Cuando la política se separa de la comunidad, el sistema se convierte en una carrera de partidos que gobiernan para “los suyos” y dedican buena parte de sus energías a deshacer lo que hicieron los anteriores. Esa lógica de conquista perpetua erosiona el bien común.
Comunidades democráticas antes de la democracia
Tendemos a pensar que la democracia es un invento griego. Sin embargo, las evidencias arqueológicas muestran otra historia. Sociedades complejas existieron mucho antes de Atenas y se organizaron sin reyes ni élites permanentes. Investigaciones recientes en África, Oriente Medio y Mesoamérica muestran comunidades que evitaron activamente la centralización del poder y mantuvieron estructuras igualitarias durante siglos (González-Ruibal, 2024; Politopoulos et al., 2024).
El asentamiento de Çatalhöyük, hace más de 7.000 años, es un ejemplo paradigmático: sin palacios, sin tumbas de élite destacadas, con viviendas semejantes y distribución equitativa de recursos básicos. Esto no significa que fueran sociedades perfectas ni sin tensiones, pero sí que el vínculo automático entre civilización y jerarquía no resiste la evidencia arqueológica.
Liderazgo como función, no como clase
En muchas de estas comunidades, el liderazgo era circunstancial. Una persona o un grupo asumían responsabilidades en momentos de crisis o para coordinar tareas específicas, pero esa posición se disolvía una vez cumplida su función. Era un liderazgo revocable y dependiente del consentimiento comunitario.
El antropólogo David Wengrow recuerda, en su charla TED (2022), el caso de Tlaxcala, en el México prehispánico. Allí, todavía en tiempos de la conquista, el gobierno estaba en manos de un consejo electo cuyos miembros eran periódicamente castigados por los propios ciudadanos, como recordatorio de que el poder no les pertenecía a ellos, sino a la comunidad (Graeber & Wengrow, 2018). Una práctica extrema, sí, pero que revela con claridad la lógica: gobernar era un servicio bajo vigilancia directa del pueblo.
Recuperar la responsabilidad ciudadana
La democracia funciona cuando la participación ciudadana deja de ser un gesto aislado y se convierte en práctica cotidiana.
Lo que no funciona es una ciudadanía pasiva. Mientras la participación se reduzca al día de elecciones, alimentaremos la desconexión entre política y comunidad. La verdadera pregunta es: ¿cómo queremos vivir nuestra convivencia democrática?
Volver a entender la democracia como un sistema de corresponsabilidad y acción cotidiana es tal vez la única manera de salir de la frustración actual. La democracia nunca fue pensada para espectadores. Siempre fue un verbo, no un sustantivo.
Referencias
- Graeber, D., & Wengrow, D. (2018). How to change the course of human history (at least, the part that’s already happened). [The Anarchist Library]. https://davidgraeber.org/wp-content/uploads/2018-Graeber-y-Wengrow-How-to-change-the-course-of-human-history.pdf
- Graeber, D., & Wengrow, D. (2021). The dawn of everything: A new history of humanity. New York: Farrar, Straus and Giroux.
- González-Ruibal, A. (2024). Traditions of equality: The archaeology of egalitarianism and egalitarian behavior in sub-Saharan Africa (First and Second Millennium CE). Journal of Archaeological Method and Theory, 32(6). https://doi.org/10.1007/s10816-024-09678-1
- Politopoulos, A., Frieman, C. J., Flexner, J. L., & Borck, L. (2024). An anarchist archaeology of equality: Pasts and futures against hierarchy. Cambridge Archaeological Journal, 34(3), 1–17. https://doi.org/10.1017/S0959774324000123
- Wengrow, D. (2022, April). A new understanding of human history and the roots of inequality [Video]. TED Conferences. https://www.ted.com/talks/david_wengrow_a_new_understanding_of_human_history_and_the_roots_of_inequality
- Hodder, I. (2018). Çatalhöyük: The leopard’s tale – Revealing the mysteries of Turkey’s ancient “town”. London: Thames & Hudson.
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